martes, 20 de febrero de 2018

2025 - Buscan garantizar el acceso global al hardware cientifico


El movimiento por un Hardware Científico Global Abierto reúne a representantes de 30 países.

Una comunidad de representantes del ámbito científico, la educación, organizaciones sociales, artistas y profesionales independientes de 30 países elaboró una hoja de ruta que tiene como objetivo la democratización de las tecnologías.

La democratización del conocimiento y sus modos de producción es uno de los objetivos del movimiento por un Hardware Científico Global Abierto (GOSH, según sus siglas en inglés) que reúne a representantes del ámbito científico, la educación, organizaciones sociales, artistas y profesionales independientes de 30 países.

El grupo GOSH lanzó una hora de ruta en la que describe las acciones necesarias para garantizar el acceso global a las herramientas necesarias para hacer ciencia, particularmente investigadores en países en desarrollo y comunidades que necesitan recabar y analizar datos de su propio ambiente. 

El documento es fruto de congresos realizados por ese movimiento en 2017  en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) en Ginebra, Suiza, y en la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile con el apoyo de la Fundación Alfred P. Sloan.

Actualmente  se trabaja con instrumentos patentados que son costosos de obtener y mantener.

Estos equipos no pueden ser inspeccionados, evaluados o adaptados a las necesidades particulares de cada usuaria y usuario, limitando la producción de conocimiento y soluciones tecnológicas a problemas locales.

“Esto afecta directamente a la investigación, educación y ciencia ciudadana en países con escasos recursos como los nuestros.

El hardware abierto permite diseñar, fabricar, utilizar, estudiar, replicar, mejorar y redistribuir el instrumental científico sin restricciones, reduciendo además los costos de producción de conocimientos y desarrollo tecnológico”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir el doctor en Ciencias Biológicas Fernán Federici, miembro de GOSH, oriundo de Argentina y miembro del  Instituto Milenio de Biología Integrativa de Sistemas y Sintética (IMBISS) de la Universidad Católica de Chile.

Algunos de los numerosos ejemplos de instrumentos científicos abiertos son el proyecto “White Rabbit”, un instrumental abierto desarrollado en CERN que tiene el difícil trabajo de asegurar una precisión de nanosegundos en la transferencia de datos para el “Gran Colisionador de Hadrones” (Large Hadron Collider, LHC), así como el microscopio OpenFlexure, que puede ser fabricado por cualquier laboratorio del mundo con impresión 3D y que utiliza una cámara de bajo costo o la microcomputadora educativa Raspberry Pi.

Estas herramientas también son construidas y utilizadas por personas sin afiliación al mundo académico o privado:

“Rede Info Amazonia” es una red de comunidades brasileñas que construyen sus propios sensores para calidad del agua en su entorno cotidiano que envían alertas de contaminación mediante mensajes de texto, y los proyectos EnviroMap y UTBiome permiten mapear datos ambientales y microbiológicos junto a comunidades locales en Texas, Estados Unidos. 

Otro caso es el proyecto “Vuela” que construye drones de código abierto junto a comunidades locales de Chile y Argentina para ser utilizados en agricultura, ayuda en desastres y medio ambiente.

De acuerdo con la hoja de ruta algunas de las principales acciones para que en 2025 se concrete un acceso global al hardware científico son la creación de estructuras institucionales y de apoyo financiero, la preparación de guías para  diseñadores de hardware, financiadores, usuarios y  otros actores sobre aspectos clave del desarrollo de hardware científico abierto, así como también de sistemas de control de calidad y cumplimiento de normas, licencias, estándares de documentación y aspectos sociales y éticos del trabajo científico.

Otras acciones propuestas son la generación de espacios de investigación colaborativa que se traduzcan en la formación de  un grupo común de recursos educativos abiertos y el desarrollo de programas de tutoría y redes de apoyo para aumentar la diversidad en la comunidad del hardware científico abierto.

Para avanzar en los objetivos de la hoja de ruta, representantes de 30 países que integran GOSH realizarán este año un encuentro anual en Shenzhen, “la capital mundial del hardware”.

“Así como el encuentro en CERN dio lugar al manifiesto y el de la PUC permitió crear la hoja de ruta, este tercer encuentro tiene como objetivo escalar el movimiento, desarrollar residencias de desarrollo tecnológico y dar inicios a las estrategias para hacer ubicuo el hardware abierto”, puntualizó Federici cuyos proyectos han recibido el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, Gordon and Betty Moore y otras instituciones.

Además de artistas, tecnólogos, militantes sociales y miembros de ONGs, GOSH está integrada por científicos de diversas instituciones como la UBA, la Universidad de Cambridge, la Universidad Austral de Chile y la  Universidad Nacional de Cuyo

Agencia CyTA-Fundación Leloir


viernes, 2 de febrero de 2018

“La ficcion no es lo opuesto a la realidad"


La periodista científica y bióloga Roxana Tabakman, autora de la ficción científica “Biovigilados”.
Créditos: Alejandra López.

Para la periodista científica y bióloga Roxana Tabakman, autora del libro “Biovigilados”, estamos cambiando el mundo más de lo que advertimos.

Los riesgos de la tecnología, los límites de la racionalidad y el fin de la privacidad.

Periodista científica, bióloga y ex investigadora de la Fundación Instituto Leloir, Roxana Tabakman se animó a dar un salto hacia al futuro.

O, al menos, hacia cierto futuro concebible que proyecta en las páginas de su primera ficción científica o distopia, “Biovigilados”, editada por Penguin Random House y con derechos comprados por una productora de Estados Unidos para transformarla en película.

“Alguna vez leí que vivimos en una novela de ciencia ficción que estamos escribiendo entre todos.

Sería más preciso decir que se están creando millones de relatos, con distintos finales, y en Biovigilados describo algunos caminos posibles”, dijo Tabakman desde San Pablo, donde reside desde hace más de una década.

Extractos de la entrevista con la Agencia CyTA-Leloir:

La mayoría de las tecnologías que cuenta en su libro existen o están en fase de investigación. ¿Lo llamaría un relato de ciencia-ficción o, más bien, un relato sobre la ciencia o la vida de los próximos 5-10 años?

Tabakman: Por supuesto que los personajes y algunas instituciones no existen fuera del mundo inventado.

Pero al investigar los desafíos científicos, las tecnologías, y las consecuencias individuales y sociales derivadas de su uso, pretendo que el lector se dé cuenta en qué medida todo su mundo está en transformación.

Hay científicos que no se animan a predecir, porque asumen que nadie está en condiciones de saber en qué van a acabar los primeros experimentos científicos, los prototipos de las tecnologías o los cambios en la estructura de un virus.

Esa impredecibilidad es justamente el material que elegí para mí relato. La ficción no es lo opuesto a la realidad.

La protagonista, Clara Fend, aparece como una científica audaz que no vacila en enfrentar al establishment científico. ¿En qué medida piensa que la “burocracia” de los organismos internacionales o los grandes aparatos de las instituciones son un freno para la creatividad de los investigadores?

Las reglas que enfrentan los científicos son una de las consecuencias del trabajo en equipo negociado, a veces a lo largo de generaciones, pero la verdadera innovación es lo opuesto del consenso.

Un personaje de “Biovigilados” dice: “imagínate si Colón hubiera discutido hasta qué punto era admisible correr riesgos”.

El individualismo exacerbado y la rebeldía de Clara son sin duda el origen de sus contribuciones.

Una vez leí un grafiti en la costa de Brasil:

“Los barcos están seguros en el puerto, pero no es para eso que se hacen los barcos”.

¿Cuál de las situaciones o aplicaciones tecnológicas que describe en su libro le resultan más inquietantes?

Del fuego en adelante, la culpa nunca es de la tecnología.

El problema es que muchas veces no advertimos cómo cambiamos el mundo y como nos está cambiando a nosotros.

Nos podemos cocinar a fuego lento, sin darnos cuenta.

Las primeras señales de peligro siempre están a la vista.

Un personaje del libro, Barse, reflexiona que “una víctima tiene más influencia que todos los académicos juntos”. ¿El imperio de las redes sociales jerarquiza más las emociones y las experiencias individuales que los números fríos de la evidencia científica o los “dictámenes” de los expertos?

Sin duda, las redes sociales amplifican capacidades humanas.

A algunos más que a otros, nos mueven las pasiones, las creencias, las evidencias anecdóticas.

Lo más sorprendente es que nadie está exento, aún si nos declaramos racionales y tenemos claro que son mentiras.

Los tiburones aún no se repusieron del daño a su reputación que provocó la película.

No importa lo que digan los biólogos acerca de sus hábitos pacíficos, acercarse a un tiburón exige coraje.

¿De dónde se inspiró para el concepto de “vacuna transmisible” (por medio de virus vivos que se inoculan de persona a persona)? ¡Suena genial!

En Estados Unidos, se organizaban “fiestas de varicela” (cuando un chico se enfermaba) con el objeto de proteger “naturalmente” a los niños.

Hoy es una idea muy actual y peligrosa de los movimientos anti vacuna.

De todos modos, una vacuna transmisible que incluyera una forma de frenar el contagio (como la que diseña Clara) sería fantástica: representaría una medicina social contraria al camino actual de la medicina cada vez más cara y personalizada.

Aunque no está nada claro el modelo de negocio que haría que alguien invierta en su desarrollo.

A uno le queda la impresión de que monitorear la dinámica de expansión de una epidemia no puede conseguirse a menos de resignarnos a que la vigilancia virtual invada todos los ámbitos de la vida. 
¿Imagina un punto óptimo en el que un razonable control de una enfermedad infecciosa no vulnere la privacidad?

Mi impresión es que la privacidad ya se extinguió y no veo cómo se podría desandar el camino.

Puede ser controvertido, pero tampoco me preocupa demasiado.

En lo personal, me encantaría que los algoritmos usen mis datos no apenas para venderme productos, sino para la salud pública.

Se podrá discutir la letra chica, el acceso a esos datos de forma no identificable, pero la investigación médica que usa Big Data hoy va en ese camino.

Y la medicina del futuro, promete.

Agencia CyTA-Fundación Leloir.
Por Matías Loewy
agenciacyta.org.ar